lunes, 15 de marzo de 2010

El temor, un enemigo interior

Es preciso que sepa que en sus diversas modalidades de tedio, ansiedad, cólera, envidia, celos y timidez, el temor es el enemigo más encarnizado de la raza humana.
El temor habitual quebranta la salud, abrevia la vida y anula las fuerzas productoras del ser humano. El temor y la duda significan fracaso.
Se confunde la precaución, la prudencia y la premeditación con los sentimientos de temor, que arruinan al acobardar y deprimir al ser humano.
Es la prudencia una virtud que contra el mal nos precave, pero diametralmente difiere del temor irreflexivo que agranda los males, invalida nuestras aptitudes, desvanece nuestra confianza y ahoga nuestros anhelos.
El temor es poderosísimo para alterar la circulación de la sangre con todas las secreciones y excreciones, llegando a veces a provocar la muerte por paralización del sistema nervioso.
Refiere la historia de la medicina muchos casos de condenados a muerte que fallecieron paralizados por el temor a la vista de la horca o la guillotina.
No crecen normalmente los niños que se crían en un ambiente de temor, y queda entorpecido su sistema vascular, es lenta la circulación y débil el corazón por efecto del temor que los deprime, desanima y neurotiza.
Algunas personas opinan que son inofensivas las supersticiones; pero cambiarían de opinión si consideraran que no puede ser inofensivo todo lo que mueve al hombre a creerse juguete de signos, fetiches, amuletos y pronósticos usurpadores de su libre albedrío.
Debilitan la mente las supersticiones y prejuicios, y todo cuanto induzca al hombre a considerarse esclavo de fuerzas y potestades independientes de la voluntad de Dios, opuestas a las leyes eternas que son las reguladoras del Universo.
Miran los hombres sensatos con compasión a los supersticiosos, porque saben que no son capaces de hacer todo lo que les permitirían sus cualidades si no fuesen esclavos de un vicio mental tan funesto.
El temor es una imagen mental morbosa que se esfuma simplemente oponiéndole la contraria. No temeríamos nada si nos persuadiéramos de que solo podemos dañarnos nosotros mismos, pues carece lo exterior de poder prevaleciente contra un ánimo esforzado.
Cabe neutralizar los sentimientos de temor con sus opuestos, los de esperanza y fe, con la misma seguridad con que anula el químico, por medio de los álcalis, el poder corrosivo de los ácidos.
Proviene el temor siniestro y nocivo de la debilidad que siente el temeroso por infringir las leyes divinas, y le bastará para disiparlo ponerse en armonía con ellas. Hallará entonces la paz inefable, cuyo valor excede a toda comprensión humana.

Óscar Rodríguez Vargas
Periodista

http://holismoplanetario.wordpress.com/2010/03/14/el-temor-un-enemigo-interior/

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